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El clima incierto: Pautas para entender la COP26 a días de su cierre

¿Qué nos jugamos en esta cumbre y qué podemos esperar de la COP26? ¿Cuáles son las claves para entender este evento en el marco del proceso del Acuerdo de París, cuál es el rol uruguayo y de las personas “de a pie”?
11/11/2021

Una COP Gla-morosa y atractiva

Glasgow está acogiendo la 26ª Conferencia de las Partes (COP26) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) del 31 de octubre al 12 de noviembre de 2021. Firmada con ocasión de la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en 1992, esta convención compromete a todos los Estados a evitar “interferencias antropógenas peligrosas en el sistema climático”. Semejante formulación deja claro que los líderes mundiales son conscientes de la gravedad de las amenazas desde hace al menos un cuarto de siglo, especialmente tras la publicación en 1990 del primer del primer informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). Pero los avances y la evolución del conocimiento en la materia indican que los pronósticos han ido ensombreciendo las proyecciones.

Consenso científico del IPCC.

Si bien la incredulidad es un refugio humano frente al peligro, ya quedan pocos que lo nieguen. La portada de The Guardian impactó el 10 de agosto, sentenciando que la crisis climática es “inevitable, sin precedentes e irreversible” basándose en el recién salido sexto informe global (AR6)[1] lanzado el 9 de agosto por parte del IPCC. Este muestra, con el respaldo del mayor consenso científico internacional de la historia desarrollado a lo largo de décadas, que existen y aumentarán los cambios dramáticos en el clima de la Tierra en todas las regiones y en todo el sistema climático, producidos por la acción humana. Muchos de los cambios observados en el clima no tienen precedentes en miles, ni en cientos de miles de años, y  de los cambios que ya se han puesto en marcha, como el aumento continuo del nivel del mar, son irreversibles en escalas de tiempo humano.

El informe muestra que las actividades humanas ya son responsables de aproximadamente 1,1 ° C de calentamiento desde 1850, y enuncia que en los próximos 20 años la temperatura global alcanzará o superará los 1,5 ° C de calentamiento.

El número de fenómenos meteorológicos, climáticos e hídricos extremos está aumentando. Según el Atlas de Mortalidad y Pérdidas Económicas por Fenómenos Meteorológicos, Climáticos e Hídricos de los organismos, entre 1970 y 2019, estos peligros naturales representaron el 50% de todos los desastres, el 45% de todas las muertes reportadas y el 74% de todas las pérdidas económicas reportadas.

Se registraron más de 11.000 desastres atribuidos a estos peligros en todo el mundo, con algo más de dos millones de muertes y 3,64 billones de dólares en pérdidas. Más del 91% de las muertes se produjeron en países en desarrollo.

En las siguientes décadas los cambios climáticos aumentarán en todas las regiones. Cuando se alcance el 1,5 ° C de calentamiento global, habrá crecientes olas de calor cada vez más intolerables, temporadas cálidas más largas y temporadas frías más cortas. Al alcanzar los 2 ° C de aumento del calentamiento global, los extremos de calor alcanzarían con mayor frecuencia umbrales de tolerancia críticos para la agricultura y la salud.

En el caso de las ciudades, algunos aspectos del cambio climático tenderán a amplificarse, incluido el calor (dado que las áreas urbanas suelen ser más cálidas que sus alrededores), las inundaciones causadas por fuertes precipitaciones y el aumento del nivel del mar en las ciudades costeras.

Pero no se trata solo de temperatura. Por citar un ejemplo del informe, las áreas costeras verán un aumento continuo del nivel del mar a lo largo del siglo XXI, lo que contribuirá con la ocurrencia de inundaciones costeras más frecuentes y graves en áreas bajas, y con la erosión costera. Los eventos extremos del nivel del mar que ocurrieron anteriormente una vez cada 100 años podrían ocurrir todos los años a fines de este siglo. Los refugiados climáticos afectados se contarán por millones, con los conflictos geopolíticos resultantes.

¿Por qué necesitamos más COPs para lograr el objetivo “el 1.5°C”, si ya se firmó en 2015 el Acuerdo de París?

En el Acuerdo de París, firmado en 2015, las naciones se comprometieron a mantener el aumento de la temperatura global "muy por debajo" de 2 ° C sobre los niveles preindustriales, esforzándose por limitar el calentamiento a 1,5 ° C. Esos objetivos son jurídicamente vinculantes y están consagrados en el tratado ratificado por la enorme mayoría de los países. Sin embargo, para cumplir con esos objetivos los países también acordaron metas nacionales no vinculantes para reducir, o en el caso de los países en desarrollo, frenar el crecimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero a corto plazo, para 2030 en la mayoría de los casos.

Esos objetivos nacionales, conocidos como contribuciones determinadas a nivel nacional, o CNDs (NDCs en inglés), son, sin embargo, y hasta el momento, insuficientes para mantener al mundo dentro de los objetivos del Acuerdo de París. Si se cumplen las CNDs en curso, resultaría en +3 C° o más de calentamiento a fin de siglo, lo que sería desastroso. París supuso que las CNDs voluntarias podían no alcanzar los resultados necesarios, por lo que los franceses incorporaron en el acuerdo un "mecanismo de aumento de ambiciones" por el cual los países tendrían que volver a la COP cada cinco años con nuevos CNDs más ambiciosos climáticamente que los anteriores.

La ONU[2] informó recientemente que las CNDs actuales, incluidas las que han sido presentadas o revisadas recientemente por los Estados Unidos, la UE, el Reino Unido y más de 100 países más siguen siendo muy insuficientes. Todos las CNDs resultarían globalmente en un aumento del 16% en las emisiones. Por el contrario, necesitamos una reducción del 45% para cumplir con el compromiso asumido en París.

Climate Action Tracker, que analiza los objetivos globales de las CNDs, anunció que la CNDs de China presentada días antes de la COP26 genera un escenario global con una trayectoria que nos lleva a un aumento de 2.4 C°, muy por encima incluso del objetivo superior del acuerdo de París. Xi Jinping, el presidente de China, no asistió a Glasgow.

Este escenario es el que motiva y moviliza a la sociedad civil planetaria a pedir con urgencia un aumento de la ambición climática que nos coloque en una trayectoria climáticamente más esperanzadora y sostenible.

El carbono quemado en pos del desarrollo y las responsabilidades de cada parte

Es la forma de concebir y plasmar el desarrollo lo que nos trae a esta cita anual con aspiración de un futuro para toda la especie. El principio de las responsabilidades comunes pero diferenciadas es una de las piedras angulares de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) de 1992 y el Protocolo de Kyoto de 1997. Se basa en que algunos países tengan más obligaciones que otros siguiendo un principio de justicia y equidad, ya que los países industrializados se desarrollaron tempranamente con un modelo de consumo y producción basado en la quema de combustibles fósiles y un cierto patrón de desarrollo (alto en emisiones de gases de efecto invernadero-GEI-), proceso que no ha cesado de aumentar en la cuasi totalidad de los países, pero que en los países desarrollados ha acumulado niveles de emisiones de orden drásticamente superior a la media del resto de los países.  

La cuestión de quién es responsable de las emisiones históricas de carbono es claramente crucial en el contexto de los debates sobre justicia climática, ya que el aumento actual de la temperatura es efecto directo de estas. Según el último trabajo de Carbon Brief[3]  los seres humanos han emitido unos 2.504Gt CO2 a la atmósfera desde 1850 (esto se alinea con las cifras del IPCC y por el Global Carbon Project), y dos tercios (1,718Gt CO2) son derivados de emisiones de combustibles fósiles y cemento.

Estados Unidos se mantiene en la primera posición del ranking por sus emisiones acumuladas de CO2 a lo largo de la temporalidad, ya que su desarrollo continuó primero con el uso generalizado del carbón y luego con el advenimiento del automóvil. A finales de 2021, Estados Unidos habrá emitido más de 509Gt CO2 desde 1850. Con un 20,3% del total mundial, este es, por lejos, el mayor país emisor. Su emisión se asocia con unos 0,2 ° C de calentamiento hasta la fecha.

En segundo lugar se encuentra China, con un 11,4% de las emisiones acumuladas de CO2 hasta la fecha y alrededor de 0,1C de calentamiento. Si bien China ha tenido altas emisiones relacionadas con la tierra en todo momento, su rápido auge económico dependiente de emisiones desde 2000 es la causa principal de que actualmente sea el mayor emisor anual. Rusia ocupa el tercer lugar, con alrededor del 6,9% de las emisiones acumuladas mundiales de CO2, seguida de Brasil (4,5%) e Indonesia (4,1%).

En particular, este último par se encuentra en el top 10 en gran parte como resultado de emisiones provenientes de la deforestación, a pesar de los totales relativamente bajos del uso de combustibles fósiles. Alemania está en sexto lugar con el 3,5% de las emisiones acumuladas gracias a su industria energética dependiente del carbón.

El cúmulo de los principales 10 países desarrollados se acerca fácilmente al 50% de las emisiones acumuladas, por lo que deben ser más acelerados en su disminución y, además, efectuar contribuciones sustanciales a la financiación climática. Pero esto no debe impedir analizar y cuestionar que muchos países del sur global insisten en la responsabilidad central de los desarrollados y buscan disminuir sus responsabilidades, mientras que al mismo tiempo insisten en recibir dinero para lidiar con el cambio climático. 

Según planteó Eduardo Gudynas[4] hace pocos días, Uruguay emitiría el 0,02 % de las emisiones globales, pero si medimos las emisiones per cápita, el panorama cambiaría ya que los uruguayos emitimos más que los alemanes (9.97 toneladas de equivalentes de CO2 en Uruguay contra 9.37 en Alemania, por persona), y estamos muy por encima de los chinos o los brasileños. De esta manera queda claro que nadie queda exento, y hay responsabilidades compartidas que es fundamental que se asuman. Antón Pirulero, cada cual que atienda su juego. Estamos todos en el mismo barco, y en el marco del Acuerdo de París, solo la reglamentación del artículo 6 por parte de la COP puede mostrar un avance sustancial y claro para alcanzar el cero neto lo antes posible.  

Activistas de Extinction Rebelion se paran frente a oficiales de policía mientras protestan durante la Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático. REUTERS/Hannah McKay

El artículo 6 y el cero neto.

A pesar de la desviación de la atención lograda por promesas jugosas de mandatarios y poderosos[5] empresarios de los primeros días de Glasgow, la clave del grado de éxito logrado en la COP26 no está en el discurso más prometedor, sino en el andamiaje de las negociaciones de los grupos en los que se practica la geopolítica per se.

Una de las áreas clave que aún no se han resuelto en la Cop26 es el artículo 6 del acuerdo de París.

En total, hay tres componentes clave del artículo 6. El primero tiene que ver con el párrafo 2 (6.2) e involucra el marco contable para la transferencia de "resultados de mitigación" -o créditos de carbono- entre países e incluso con otras entidades y sectores como la aviación internacional, por ejemplo.

Luego está el Artículo 6.4, otra parte clave del Artículo 6, que exige el desarrollo de un mecanismo centralizado que sea similar en concepto al Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) del Protocolo de Kyoto. El "mecanismo del Artículo 6.4" sería un "sistema de crédito de referencia" que permite que los proyectos o programas sean aprobados por el mecanismo. Estos proyectos / programas tendrían que demostrar que las reducciones o eliminaciones de emisiones que se producen como resultado del proyecto / programa no habrían ocurrido de otra manera. Este es un concepto conocido como "adicionalidad".

Finalmente, el Artículo 6.8. es un enfoque por fuera del mercado. Se espera que los países entreguen un programa de trabajo técnico para determinar cómo colaborar de manera no comercial, por ejemplo, a través de impuestos al carbono. Si bien los países creen que el Artículo 6.8 es parte del paquete del Artículo 6, no ha atraído tanta controversia política como los Artículos 6.2 y 6.4.

Los países están divididos sobre los planes: existe la preocupación de que algunos créditos de carbono sean solo "espejitos de colores" porque no resultan en reducciones genuinas de emisiones; y, la preocupación de que los créditos de carbono puedan contabilizarse dos veces. Algunos activistas han pedido que el artículo 6 y los mercados de carbono se eliminen por completo. Brasil y otras naciones muy boscosas tienen mayor interés en el artículo 6, pero los desacuerdos sobre el tema eclipsaron a la última COP, en Madrid en 2019. Lo cierto es que mucha gente muy comprometida con el proceso climático sostiene que es menos peor la dilatación de la aprobación de un libro de reglas para el artículo 6 deficiente, que la aprobación forzada de una reglamentación que pueda hacer colapsar todo el proceso y su credibilidad.

Para mantenernos dentro de 1.5°C, debemos dejar de emitir dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero – de la quema de combustibles fósiles, de la industria, transporte aéreo, agricultura y la ganadería – que emiten metano – de la tala de árboles – casi por completo a mediados de siglo. Cualquier emisión residual que quede para entonces, por ejemplo, de procesos para los que no se puedan encontrar alternativas tecnológicas sostenibles debe compensarse aumentando los sumideros de carbono del mundo, como los bosques, los pastizales permanentes, las turberas y los humedales, que actúan como vastas reservas de carbono. Ese saldo se conoce como cero neto. Sin embargo, los objetivos a largo plazo dejan incertidumbres. El clima actual responde a las emisiones acumuladas durante muchos años, ya que el dióxido de carbono permanece en la atmósfera durante aproximadamente un siglo después de su liberación. Puede que  ganemos la “batalla” del cero neto para 2050, pero aun así perder la “guerra”, ya que al haber emitido tanto en años anteriores, podríamos estar superando a pesar de ello,  el umbral de 1.5°C irrevocablemente.

¿Quién pone la tarasca?: financiamiento climático.

Si bien estoy convencido de que la crisis climática no se resuelve con inversión, sino con saltos cuali-cuantitativos de una masa crítica consciente y comprometida de volumen suficiente, que integre radicalmente la perspectiva ambiental, es un hecho que la financiación climática tiene potencial para apoyar, aportar y amplificar acciones beneficiosas para propiciar cambios que modifiquen la tendencia actual.

En la COP de Copenhague en 2009 se prometió que los países en desarrollo recibirían al menos 100 mil millones de USD al año en financiamiento climático, de fuentes del sector público y privado, para ayudarlos a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y hacer frente a los impactos del clima extremo. Esa promesa no se cumplió: las estimaciones de la OCDE, publicadas en septiembre, mostraron que el financiamiento climático en 2019 ascendió a unos 80.000 millones de dólares, muy por debajo del objetivo. Y por supuesto un tema clave es hacia dónde van las financiaciones y cómo se define esto. Es vital que una buena cuota (por ejemplo un 50%) de estos fondos se destine a la adaptación de países pobres, vulnerables y en desarrollo.

Por citar un ejemplo muy ilustrativo de incoherencia, una de las importantes promesas de financiación de EEUU ha sido un programa de promoción agrícola. El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, con el apoyo del Gobierno del Reino Unido y otros, lanzó la nueva iniciativa 'AIM for Climate' (AIM4C) en el evento de innovación World Leaders Summit de la COP26. Este programa que cuenta con el apoyo de la fundación Bill y Melinda Gates replantea la agricultura industrial y las tecnologías disruptivas como acción climática y van claramente en contra de cualquier principio de justicia, sostenibilidad y seguridad alimentaria. El programa parece un plan para para excluir a los agricultores de la agricultura -ni siquiera reciben una mención en el sitio web de AIM4C- y reemplazarlos con robots, semillas editadas genéticamente y aumentar las regalías tecnológicas de Silicon Valley.

Jóvenes, ¿abstenerse?

¿Dónde jugarán los niños? Cantaba Maná en el año que se fundaba la convención de Cambio Climático en Río 92´. Si bien #Darwing Desbocatti asegura no hay alarma ya que “el planeta tira 40 -50 años más”, habría que preguntarle a su hijo imaginario qué piensa al respecto. De hecho, sería sensato preguntar a los jóvenes del mundo cómo perciben este tema, ya que son herederos del meollo. Más allá de la gerontocracia patriarcal universalizada que Glasgow expresa, algo es seguro: los sistemas y planes que se han desplegado para lograr la escala de cambios necesarios para garantizar el bienestar climático de las próximas generaciones no es suficiente.

Los jóvenes perciben el cambio climático como amenaza global y piden participar en proyectos, según una encuesta realizada entre enero y marzo de 2021, a más de 8.000 jóvenes de entre 18 y 35 años de 23 países de Europa, Asia, África y América Latina, que apuntó a conocer la visión, experiencias y aspiraciones de los jóvenes en torno a la urgencia climática, según el British Council. Una de las principales conclusiones del informe es que las nuevas generaciones quieren realizar aportaciones significativas para luchar contra el cambio climático, pero perciben una falta de oportunidades para hacerlo: el 75% de los encuestados afirma contar con habilidades para abordar esta temática, pero un 69% no ha podido participar nunca en este tipo de acciones.

Las conclusiones de este informe se emplearon para escribir una Carta Global de la Juventud ('Global Youth Letter'), que sugiere un plan de acción basado en las opiniones y aspiraciones de los jóvenes. La versión final de esta carta se compartió con los responsables políticos y líderes mundiales que participen en la COP26.

Los jóvenes están pidiendo mayor participación. Las COPs vienen sucumbiendo frente a las trancas en las negociaciones. Ellos representan el amor a la vida y son los herederos. Creo que es tiempo de darles lugar en la mesa grande para escuchar su aporte que viene de un idioma olvidado en la geopolítica: el de la cabeza que no ha olvidado el corazón.

Cómo se para Uruguay en la COP

Uruguay siempre ha sido un alumno aplicado e inteligente en los últimos 15 años de la COP. Ha sido ingenioso y ha sabido aprovechar sus mejores capacidades con equipos técnicos sólidos y muy bien estructurados en su Sistema Nacional de Respuesta al Cambio Climático, para aportar, sistematizar y diseñar planes e indicadores precisos, lo que se ve muy bien plasmado en su política climática y los avances bien documentados de sus CNDs, que se han presentado en un formato original de objetivos de reducción en la intensidad de emisión de gases[6].

Ha logrado realizar y hacer valer una ejemplar transición de la matriz energética y ha procurado generar procesos participativos y plurales en la elaboración de sus planes climáticos como, por ejemplo, en su último proceso de Elaboración de Estrategia Climático de Largo Plazo.

En el grupo de Koronivia (grupo referido a agricultura) y contabilidad de temas vinculada a la agropecuaria, Uruguay tiene una moción ya histórica (que comparte con vecinos pecuarios) en la que somete a discusión la métrica de contabilidad de gases optada por IPCC y COP, en la que se “castiga” en términos relativos la emisión del gas metano, cosa que perjudica a países ganaderos.

Más allá de este debate global sobre gases y sistema alimentario sobre el cual he profundizado más  en un artículo reciente en la Diaria sobre sistemas alimentarios[7], nuestro país no tiene una postura tomada frente al artículo 6.

De todas maneras es evidente que Uruguay debe ser extremadamente coherente en sus planteos y buscar la integridad ambiental y la sustentabilidad para sus planes de largo plazo, por lo que no soy partícipe de apoyarnos en la línea de transferencia de los Mecanismos de Desarrollo Limpio del tratado de Kyoto para el acuerdo de París, encontrando negocios lucrativos para ampliar drásticamente la frontera forestal sobre ecosistemas naturales como se sugiere en reciente artículo del País[8].

Revisar con ojos atentos las implicancias y hacer aportes a la Estrategia Nacional de Largo Plazo que se está siendo sometida en estos días a consulta pública[9], lejos de ser sencillo, es crucial. La importancia puesta en la adaptación, en los territorios y poblaciones vulnerables, con lentes de género y generaciones, y con ambición climática creciente en el sistema agroalimentario, la industria, el turismo y el transporte, es un compromiso colectivo y con las próximas generaciones, así como con la comunidad planetaria. Conocer y asumir nuestros compromisos nacionales y personales en esto es la única vía para ejercer una acción climática responsable y consciente.

Creo sinceramente que los jóvenes deben tener más espacios relevantes de participación y que las organizaciones de la sociedad civil organizada deberían tener un lugar (que no tienen) en el SNRCC. Se hace crucial consensuar una estrategia para un sistema agroalimentario uruguayo sostenible, basado en el escalamiento de la agroecología, las transiciones del sector agroexportador, el desarrollo industrial basado en bioeconomía y agregado de valor, el fortalecimiento del Sistema Nacional de Áreas protegidas, el desarrollo de un turismo respetuoso y diferenciado, llegar al 100% de nuestra matriz energética sostenible y limitar drásticamente el uso de combustibles fósiles en industria, transporte y agropecuario. Para ello es imposible obviar los graves problemas de eutrofización y cianobacterias en aguas, que también redundan en emisiones, o los cambios en el uso de la tierra, y los procesos de erosión y degradación.

Pero todos estos procesos (y muchos más que son necesarios), se continúan ordenando en definitiva entre los estertores de una dinámica civilizatoria avasallante que no se pregunta “donde jugarán los niños”, ni “qué pasará con mis semejantes de las islas del mundo cuando el agua les llegue al cuello”. Paradójicamente, frente a esta carrera climática en Glasgow, con entradas excluyentes que permiten la participación  de una élite, deberíamos apagar las máquinas y dedicar tiempo de calidad para pensar las preguntas más viejas de la humanidad en nuestro entorno cercano: ¿que precisamos realmente para nuestro bienestar y realización? ¿Cómo lo logramos juntos, dejando a nuestros sucesores el mejor bien común, en este hermoso e irremplazable planeta? Si recordamos esas respuestas podremos construir lo necesario. Y allí podrán jugar en paz.

 

[1] https://www.ipcc.ch/report/sixth-assessment-report-cycle/.

[2] https://hadleyserver.metoffice.gov.uk/wmolc/ .

[3] https://www.carbonbrief.org/analysis-which-countries-are-historically-responsible-for-climate-change

[4] https://www.montevideo.com.uy/Columnistas/Opinion--Uruguay-entreverado-entre-arboles-y-gases-en-Escocia-uc803095

[5] Boris Johnson, Joe Biden, Bill Gates, Narendra Modi, etc.

[6] https://visualizador.gobiernoabierto.gub.uy/visualizador/api/repos/%3Apublic%3Aorganismos%3Aambiente%3Avisualizador_cdn.wcdf/generatedContent

[7] https://ladiaria.com.uy/opinion/articulo/2021/10/agricultura-y-sistema-alimentario-soluciones-globales-corporativas-o-locales-y-sistemicas/

[8] https://www.elpais.com.uy/economia-y-mercado/emisiones-carbono-uruguay-oportunidades-presentan-cop26.html

[9] https://www.gub.uy/ministerio-ambiente/comunicacion/publicaciones/consulta-publica-estrategia-climatica-largo-plazo

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