Noticia Eccosur
Ambiente, resiliencia y cambio climático.
Agricultura y sistema alimentario: ¿soluciones globales corporativas o locales y sistémicas?
Para el año 2050 las condiciones climáticas serán mucho más hostiles, mientras la biodiversidad y los suelos precipitarán su estado crítico. Los precios de los alimentos seguirán cursos erráticos con aumentos explosivos. La Cumbre de sistemas Alimentarios de Nueva York y la próxima COP de cambio climático en Glasgow, convocan a cambios drásticos del agro global para garantizar el derecho de acceso a alimentos saludables e inocuos disminuyendo los impactos ambientales, pero dista de lograr consensos. ¿Cuáles son los desafíos del sistema alimentario uruguayo?
“En el abordaje sistémico, las propiedades de las partes solo pueden ser comprendidas a partir de la organización del todo” (F. Kapra, P.L. Luisi, 2014[1])
Vivimos una era de incoherencia y polaridades: de tecnología sin límites, inteligencia artificial y precisión satelital. El mundo de la propiedad y del consumo ha desbordado todo lo imaginado y se catapulta a la infinitud de lo pequeño y de lo macro. Pero la herida de la civilización sangra. Los ecosistemas sufren y el hambre y la obesidad en el mundo crecen. Salir de la post-verdad mediática de los discursos de sustentabilidad y transformación verde nos enfrenta a los límites ecológicos de la vida, y las pobrezas de la conciencia humana, las eternas disputas por el poder macro y micro, y la dificultad de cambiar hábitos y patrones culturales de vida. Para cambiar, por más que nos cueste, tenemos que poder observar y escuchar todo esto y entenderlo… como parte del sistema humano que somos. Desde Bill Gates al campesino anónimo: indefectiblemente todos comemos, reímos y lloramos, moriremos pronto y seremos polvo, y solo perduraremos en la continuidad de los que nos suceden.
Durante los últimos 50 años, nuestra capacidad para producir comida aumentó cerca de un 300 por ciento gracias a nuestra increíble capacidad para innovar. A pesar de este progreso, la cantidad de personas que se van a dormir cada noche con hambre se ha incrementado y alcanza los 820 millones de personas en los últimos tres años. Aun así, desperdiciamos el 35 por ciento de toda la comida que producimos, lo que equivale a 936 billones de dólares anuales. Estos son los titulares del informe de Agnes Kalibata, quien fue la enviada especial del Secretario General de la ONU para la Cumbre de Sistemas Alimentarios (CSAs) 2021[2], en Nueva York.
Es sabido sin embargo, que este proceso espectacular de aumento de rendimientos y producción globales que fuera impulsado con la Revolución Verde en la segunda mitad del siglo XX y que estuviera apoyado en los avances de la ciencia agronómica, química, mecánica, genética, y la industrialización de las fases de producción de insumos e implementos mecánicos de la agricultura, no solo no ha cumplido con sus promesas de terminar o disminuir el hambre en el mundo, sino que ha tenido dramáticos perjuicios socio-ambientales.
Es imprescindible recordar que estos imponentes aumentos de rendimientos se producen a costa de grandes inversiones energéticas dependiente absolutamente del uso y combustión de un recurso cada vez más escaso como es el petróleo. Se debe enfatizar por ejemplo, que la reacción Haber Bosch que revolucionó la agricultura con la síntesis de nitrógeno atmosférico tiene y ha tenido un costo ambiental[3] y climático[4] que le hicieron ganarse la calificación de amenaza para la humanidad por parte de la comunidad científica, luego que fuera publicado en 2010 un informe especializado europeo (The European Nitrogen Assessment).
La Revolución Verde ha impulsado también la ampliación de la frontera agrícola y el movimiento exacerbado de suelos y la aplicación exponencial de fertilizantes de síntesis, no solo acidificaron, degradaron y erosionaron suelos, no solo fue subsidiada por petróleo con la emisión de niveles desaforados de CO2 en fases industriales y agrícolas, así como en el transporte gracias a la lógica global, sino que además la misma lógica conllevó a la también exponencial aplicación de biocidas (herbicidas, fungicidas y plaguicidas). Estos procesos están vinculados multicausalmente y de forma brutal de la pérdida de biodiversidad planetaria (micro-meso-y macro) y las emisiones de gases que se han acumulado y están causando el avasallante cambio del clima y sus impactos.
Debemos recordar además la vinculación de este proceso con la vertiginosa profundización del éxodo rural. Se debe recordar, por último, que el cambio de patrón alimentario hacia dietas basadas en carnes y lácteos ha sido posible solo gracias a imponentes movimientos globales de transporte de insumos, la elaboración de raciones de alto rendimiento y el transporte marítimo con cadenas de frío. Todo esto sin considerar eficiencia energética, internalización de costes ambientales, ni huella ecológica en la ecuación. La suma de factores multiplica los efectos.
Desde la perspectiva de cambio climático, un estudio reciente[5] estima las emisiones procedentes de los sistemas alimentarios, desde las derivadas del cambio del uso de la tierra y la producción agrícola hasta del envasado y la gestión de residuos, ascendieron a 18 000 millones de toneladas de equivalente de dióxido de carbono en 2015. Esto constituye el 34 % de las emisiones globales.
La perspectiva del estudio mencionado es muy relevante ya que supera las limitaciones analíticas de los conteos de emisiones y evaluaciones aplicadas por el IPCC y la UNDCC, con sus compartimentos sectoriales y por país, y permite un enfoque sistémico. Esto permite realizar evaluaciones sobre la forma en que los cambios en el comportamiento del consumidor, los sistemas productivos o la evolución tecnológica podrían repercutir en las emisiones de GEI derivadas de los sistemas alimentarios y puede servir como valiosa herramienta para los responsables de las políticas encargados de formular estrategias de mitigación que no se limiten a traspasar las emisiones a otros sectores.
A pesar de toda esta información e indicios las mega-lógicas para hacer frente a los problemas distan de cambiar. Para citar un ejemplo, según datos de la FAO y la división de recursos naturales de la CEPAL, para 2050 se deberían estar produciendo globalmente un 50% más de alimentos, mientras solo se dispondrá de un 2% más de tierras destinadas a la producción agropecuaria y las proyecciones de impactos del cambio climático regionales y globales estiman reducciones en el rendimiento de los principales cultivos (trigo, arroz, oleaginosas) de hasta 30% hacia 2050[6].
Seguir aumentando la producción, aumentar lo que se pueda la frontera agrícola y combatir los bajos rendimientos… Nuevos números para la misma vieja receta. Claro que estas mega-lógicas sustentan y son sustentadas por intereses y centros de poder global que concentran los beneficios y las ganancias de esta lógica. Las corporaciones que venden los paquetes tecnológicos cada vez más sofisticados (ahora con robótica, inteligencia artificial, bio y nanotecnología y precisión satelital) son cada vez más imponentemente ricas y poderosas y son cada vez menos, debido a los procesos de competencia y concentración empresarial. Esta lógica implica que sólo el más fuerte gana.
Las relaciones de poder en los sistemas alimentarios y en la economía mundial en general están cambiando a una velocidad vertiginosa. En 2008, las empresas más poderosas del mundo eran las que hacían perforaciones de pozos petroleros y comerciaban con sus valores. Doce años después, los cinco principales titanes corporativos del mundo venden algo tan intangible como los datos y tienen un valor de mercado que supera el PIB de continentes enteros (IPES-Food, 2021[7]).
Por lo tanto, estos gigantes, titanes, nueva versión de los imperios, que se irguen por sobre los países y continentes, solo tienen una y solo una alternativa de sobrevivir: maximizar sus ganancias para ser La corporación líder. Y para eso se utilizará cualquier estrategia. Usar la fragilidad Africana para implantar un remix de la revolución verde, alinearse y aparecer como estandartes de los ODS de las Naciones Unidas, y normalizar y adueñarse de la promoción las buenas prácticas y hasta de la #Agroecología pueden y son parte de la estrategia.
Esto último ha suscitado en la sociedad civil internacional vinculada a los temas agroalimentarios, una profunda crítica de la última CSAs, ya que la presencia preponderante de corporaciones y multinacionales podría estar pervirtiendo el espíritu histórico del multilateralismo democrático de la ONU, que desde el punto de vista de lo denunciado por cientos de redes, movimientos y ONGs sociales y provenientes de la agricultura familiar y el campesinado, han cooptado este espacio de gobernanza democrática global[8]. Muchas de estas coaliciones sociales y hasta muchos gobiernos que empiezan a alzar la voz por la agroecología como herramienta de transformación del sistema alimentario, hemos quedado decepcionados de lo fácil que ha sido descartar la agroecología como línea estratégica en este ámbito.
Y aquí nos damos de frente contra más de una paradoja. No es posible hoy día pensar en transformar, cambiar, modificar las dinámicas del sistema alimentario global sin hacerlo con la participación de estas corporaciones, que además marcan la dirección de la tecnología de punta, pero sentar a hablar en una misma mesa estos imperios alimentarios, con redes de productores, agencias internacionales y gobiernos es como poner a hablar en una mesa al zorro y las gallinas para intentar disminuir los crímenes aviarios.
Sistema agroalimentario uruguayo: del extractivismo degradativo a la sostenibilidad ascendente.
La anatomía del sistema agroalimentario uruguayo se explica en su historia, y tiene por un lado un práctica de vocación productiva en el autoabastecimiento con la agricultura y la granja criolla e inmigrante (los escritos de Perez Castellano de principios del 1800 nos pintan la realidad productiva en un ejido del arroyo Miguelete en esos días), y la ganadería que desde las vaquerías y la era del cuero de la banda oriental comienza intercambios comerciales transfronterizos , y que consolida a la pecuaria como puntal de las exportaciones uruguayas con la revolución lanar de 1860.
La sostenibilidad del sistema agroalimentario es un tema complejo. Tiene en cuenta el corto plazo y el futuro, los modos de producción, comercialización y consumo, la huella ecológica, la eficiencia (insumos/cosecha), las externalidades y contaminaciones, y el transporte y distribución, y el sustento económico y laboral, y las relaciones sociales implicadas en todo el sistema. También es necesario establecer como se mide y que indicadores se utilizan para tener registro de los grados de avance. Es un tema clave de alto contenido político-estratégico.
Como es evidente, no es posible hablar de sostenibilidad agropecuaria uruguaya, sin considerar el sector agroexportador, que ocupa lugar preponderante de la superficie del país, imprime una huella ecológica muy relevante dada la modificación de ecosistemas, la aplicación de agroquímicos, y los cambios de uso del suelo, y afecta de forma sustancial a la economía y por lo tanto suscita distintos intereses.
Como se ha desarrollado en la publicación de PNUD “Lineamientos y recomendaciones de políticas para el desarrollo de la Agroecología en Uruguay”[9], no solo es necesario apalancar y escalar mediante múltiples estrategias y acciones la agroecología para el abastecimiento y la economía nacional basadas en la agricultura familiar, las redes y circuitos cortos de alimentos, la soberanía y el ordenamiento territorial. Sino que además son indispensables transiciones sostenibles del sector agroexportador, que no queden en meros titulares.
A pesar de que la ganadería en nuestro bioma pampa es la actividad productiva más equilibrada, estable y sostenible en términos ecológicos y que ha contado con una coevolución socio-cultural de inmenso valor intangible, es preciso señalar el sobrepastoreo y compactación producidos por algunas prácticas ganaderas, ha empobrecido y deteriorado el suelo, que sumado a procesos de pérdida de suelo originados por la agricultura de los últimos 200 años, nos acerca a un balance donde 30% de los suelos agropecuarios presentan distintos grados de erosión.
En el análisis de contexto multidimensional y con el uso de matrices (MICRANN[10]) liderado por organizaciones de la sociedad civil (CEUTA-CIEDUR-VSuy), se resaltan por un lado las principales oportunidades lograr cumplimiento sinérgico de las políticas de cambio climático y biodiversidad en nuestro país y para ello se señalan 2 caminos principales: el desarrollo de la agroecología nacional a través del Plan Nacional de Agroecología y la multiplicación de experiencias pluri-escala de restauración y rehabilitación.
Por el otro lado las principales interferencias encontradas en los planes de implementación de las convenciones de Río a nivel nacional pasan por 1) el avance de la frontera forestal sobre ecosistemas naturales y en particular la pérdida de campo natural, 2) el deterioro de ecosistemas hídricos debido a efectos de contaminación agropecuaria e industrial y posibles impactos de ley de riego y 3) los aumentos sostenidos de efectos e impactos de la intensificación en el uso de agroquímicos dentro del paquete de siembra directa (en su gran mayoría soja).
Si consideramos el mencionado estudio publicado en Nature[11], son sugerentes los porcetajes globales de emisiones de gases del sistema alimentario. Las fases de la producción en las que se llevan productos alimenticios a la puerta de la explotación -incluidos insumos como los fertilizantes- son ahora el principal elemento contribuidor a las emisiones globales de los sistemas alimentarios, que constituyen el 39 % del total. La utilización de la tierra y los factores conexos contribuyen con un 38 %, mientras que la distribución representa el 29 %, un porcentaje que va en aumento y que se prevé que siga esa tendencia.
El metano (CH4) representa alrededor del 35 % de las emisiones de GEI procedentes de los sistemas alimentarios, en general tanto en los países desarrollados como en desarrollo, de las cuales la mayoría proviene de la cría de ganado y el cultivo de arroz.
Analizando la producción de granos en Uruguay desde la perspectiva de integradora de cambio climático y biodiversidad, constatamos que la intensificación productiva basada en el uso de insumos tiene oportunidad y debe recorrer transiciones de los sistemas productivos más respetuosas del ambiente, buscando recorridos que mantengan su aporte a la economía, y puedan a su vez generar una distribución cada vez más justa de los beneficios. Tiene oportunidad gracias a la diferenciación ambiental de la producción y debe hacerlo porque los impactos negativos acumulados de la intensificación exacerbada de aplicación de fertilizantes y biocidas son demasiado importantes.
[1] La visión sistémica de la Vida
[2] https://news.trust.org/item/20200228170821-3dow7
[3] Mientras el uso del nitrógeno como fertilizante y producto químico ha traído enormes beneficios, las pérdidas de nitrógeno las pérdidas del de los fertilizantes nitrogenados y su combustión liberada
al medio ambiente causa muchos efectos secundarios en la salud humana, la salud del ecosistema, la biodiversidad y el clima (Erisman et al, 2010).
[4] El proceso anual de síntesis de fertilizantes nitrogenados consume alrededor del 1% de los suministros mundiales de energía (Smith, 2002), El uso de fertilizantes químicos a nivel global tiene un impacto sustancial sobre el clima del planeta, en particular, a través de la emisión de un potente gas de
efecto invernadero (N2O), que contribuye en un 5% al fenómeno de calentamiento global actual.
[5] elaborado por Francesco Tubiello, un estadístico superior y especialista en cambio climático de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en colaboración con investigadores del Centro Común de Investigación de la Comisión Europea en Ispra (Italia). https://www.fao.org/news/story/es/item/1379490/icode/ , https://www.nature.com/articles/s43016-020-0031-z
[6] https://www.cepal.org/sites/default/files/monica_rodrigues_foro_oit_29_octubre_agricultura.pdf
[7] http://www.ipes-food.org/_img/upload/files/LFMExecSummaryES.pdf
[8] https://www.foodsystems4people.org/multistakeholderism-report/?lang=es , https://www.csm4cfs.org/es/cientos-de-organizaciones-de-base-se-oponen-a-la-cumbre-de-las-naciones-unidas-sobre-los-sistemas-alimentarios/
[9] https://www.uy.undp.org/content/uruguay/es/home/library/environment_energy/Publicacion_Agroecologia_PNUD.html
[10] https://ladiaria.com.uy/opinion/articulo/2020/11/congruencias-e-interferencias-en-politicas-ambientales-para-biodiversidad-y-cambio-climatico/
[11] elaborado por Francesco Tubiello, un estadístico superior y especialista en cambio climático de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en colaboración con investigadores del Centro Común de Investigación de la Comisión Europea en Ispra (Italia). https://www.fao.org/news/story/es/item/1379490/icode/ , https://www.nature.com/articles/s43016-020-0031-z
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